La novena provincia andaluza, en el Campo de Gibraltar
El régimen
franquista sopesó la creación de una nueva provincia en Andalucía, en torno a
la colonia de Gibraltar, con municipios desgajados de Cádiz y Málaga. El asunto
estuvo a punto de salir adelante, pero al final las fuerzas vivas locales
paralizaron el proyecto
El mapa
provincial de España se dibujó en 1833, mediante un decreto firmado por el
ministro de Fomento Javier de Burgos. Pese a las quejas que han acompañado el
diseño de las provincias desde su nacimiento, éstas se acercan a los 200 años
de vida. En este tiempo sólo ha habido una modificación de importancia. En 1927
la dictadura del general Miguel Primo de Rivera dividió las Canarias en dos
provincias, debido a las rencillas locales. La capital hasta entonces había
sido Santa Cruz de Tenerife; se creó una nueva provincia formada por las islas
de Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura, con capital en Las Palmas. En los
años 60 y 70 se debatió en la Administración del franquismo la creación de una
nueva provincia en Andalucía, y el proyecto estuvo a punto de aprobarse, tal
como ha contado en sus memorias uno de los implicados en el mismo, Carlos
Robles Piquer.
Un objetivo nacional
Cuando la
ONU comenzó el proceso de descolonización de los imperios europeos, el Gobierno
español presentó el caso de Gibraltar en 1960 ante el Comité de
Descolonización. Aunque éste falló a favor de las tesis españolas y estableció
que Madrid y Londres debían iniciar las negociaciones para la restitución del
Peñón a la soberanía española, el Reino Unido se negó a hacerlo y trató de
eludir las resoluciones de la ONU mediante la concesión de la autodeterminación
a la población que en los siglos anteriores se había establecido allí.
En 1969
Madrid decidió cumplir el Tratado de Utrecht y cerrar la comunicación entre la
colonia y el territorio español; una de las primeras decisiones del Gobierno
socialista de Felipe González, en diciembre de 1982, fue la reapertura de la
verja.
Que la
reclamación de Gibraltar no era una obsesión franquista ni una consigna
falangista para distraer a la población con un enemigo exterior lo prueban
estas declaraciones de los cuatro presidentes que tuvo la I República:
– Estanislao
Figueras: "El objetivo de la nación debe ser, en esta como en todas las
cuestiones, buscar el engrandecimiento y la prosperidad, para que esta política
nos lleve a Gibraltar".
– Francisco
Pi i Margall: "La patria está encogida porque está cercenada con la
exclusión de Gibraltar".
– Nicolás
Salmerón: "Inglaterra extiende continuamente su dominio en el territorio
de España".
– Emilio
Castelar: "Yo admiro mucho a la nación inglesa. Mas declaro que no puede
ser nuestra aliada mientras posea Gibraltar".
Escogido hasta el gobernador civil
En 1965 el
régimen franquista aprobó el Plan de Desarrollo del Campo de Gibraltar. El
cierre de la verja, que dejó sin trabajo a varios miles de españoles, causaron
un gran empobrecimiento en la colonia y su hinterland. En los años
posteriores se instalaron en el Campo de Gibraltar varias industrias, como una refinería
de Cepsa y una planta de fabricación de acero inoxidable de Acerinox.
El Gobierno
franquista no limitó su acción al fomento de la industria, sino que la extendió
a la administración: se propuso la creación de una nueva provincia que
reforzase la reivindicación española y tutelase el desarrollo social y
económico. A principios de 1969 el proyecto estaba tan avanzado que el ministro
de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, comunicó a Manuel Fraga,
ministro de Información y Turismo, que se había pensado en uno de sus
directores generales, Carlos Robles Piquer, como primer gobernador civil de la
nueva entidad.
De acuerdo
con el proyecto, la novena provincia andaluza se denominaría Gibraltar y se
formaría con 28 municipios desgajados de la provincia de Málaga, entre ellos
Ronda y Estepona, y 12 de la de Cádiz, como La Línea de la Concepción,
Algeciras y Tarifa. Tendría en torno a 300.000 habitantes y sería la décima
menos poblada de España, aunque con una densidad que triplicaría la media
nacional. La capitalidad estaba dudosa entre Algeciras o un nuevo municipio que
recibiría el nombre de Gibraltar –para mantener la costumbre española de que
las provincias, salvo unas pocas excepciones, tengan el mismo nombre que su
capital– e integrado por la suma de Algeciras, La Línea, San Roque y Los
Barrios.
Fracaso del proyecto
A medida que
se conocía el proyecto, las reacciones entre los afectados crecían. El gaditano
José María Pemán escribió en febrero de 1969 un artículo para ABC que se
le censuró y en el que arremetía contra el proyecto:
No se le
puede hacer la guerra a Inglaterra. Pero sí se puede hacer la guerrilla sobre
terrenos de Cádiz y Málaga. Se les puede quitar un buen cupo de malagueños y
gaditanos, como extraño remedio de los que ya les quitó Gibraltar.
Entre los
partidarios de la erección de nueva provincia figuraban ministros como Fraga y
Castiella, y representantes de los municipios y comarcas afectados que se
consideraban olvidados por sus organismos provinciales, como la Hermandad de
Alféreces Provisionales de Ronda. Entre los opuestos estaban las diputaciones
de Málaga y Cádiz y el ministro de Interior, el general Alonso Vega. Este
militar llevó al Consejo de Ministros celebrado el 7 de marzo su propio
informe, en el que rechazaba de plano la nueva provincia y proponía que se
nombrase un delegado especial del Gobierno con jurisdicción sobre el Campo de
Gibraltar y con facultades análogas a las de los gobernadores civiles.
El asunto
coleó durante varios años más. El catedrático Salustiano del Campo, natural de
La Línea, y el mismo Fraga pidieron que se recuperase la creación de la nueva
provincia en 1973. Y ya en la transición se volvió a recordar alguna que otra
vez.
Pasados el
tiempo, lo que nos sorprende no es la creación de una nueva estructura
administrativa, ya que en los años de la democracia hemos asistido a la
producción en serie de todo tipo de entes administrativos, con cohortes de
funcionarios, sino el motivo por el que el proyecto fracasó. He aquí las
palabras con las que lo explica Robles Piquer:
Al final, un
régimen considerado dictatorial cedió a las presiones de quienes se sentían
agraviados por la iniciativa, que fueron, sobre todo, las diputaciones
provinciales de Málaga y Cádiz.
Y Almería,
encadenada a Andalucía
En cambio,
hoy los gobernantes se imponen a sus gobernados aunque éstos manifiesten que no
aceptan sus proyectos. Los políticos catalanes volvieron cabeza abajo a la
sociedad catalana con su nuevo estatuto, en cuyo referéndum votó menos de la
mitad del censo. Lo mismo ocurrió en los años de UCD con el referéndum de
autonomía de Galicia (diciembre de 1980), en el que sólo votó el 28% del censo,
y el de Andalucía (1981). En éste se exigía que en las ocho provincias ganase
el sí por mayoría absoluta para proceder a una autonomía similar a la vasca
y a la catalana, pero en Almería no se alcanzó la cifra... y la UCD y el PSOE
hicieron un apaño, mediante el cual los diputados y los senadores de las Cortes
sustituyeron la voluntad de los almerienses y metieron esta provincia en la
comunidad autónoma por una ley orgánica.
Desde luego,
el diseño del mapa provincial no ha causado tantas protestas como el del mapa
autonómico.
Artículo de Pedro Fernández Barbadillo -historiadigital.com
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